medalla de honor de la UIMP

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo concedió ayer al pintor Antonio López la Medalla de Honor, junto al escultor Julio López.


El artista dirige un taller de pintura en el que traslada a sus alumnos las técnicas que le han convertido en una de las referencias de la pintura española, y, también, les enseña los «riesgos», experiencias y dificultades que los jóvenes pintores pueden encontrar en su carrera.

Lo sabe él que cogió por primera vez un pincel a los trece años y que es capaz de invertir 30 años en un óleo. «Mi tope para una obra son las circunstancias o el agotamiento», dice.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Antonio López ha recibido la Medalla de Honor de la UIMP, donde imparte esta semana un taller de pintura a un grupo de jóvenes.


-¿Qué le ha dado la pintura desde que cogió el pincel a los 13 años?
-Un contacto con el mundo y el conocimiento de unas personas fenomenales que no hubiera podido tener sino a través de ella. La pintura es muy íntima. Lo más maravilloso del arte es que se puede hacer con todo, en cualquier situación, incluso en las guerras.


-¿Vale todo en el arte?
-El arte en otras épocas tenía que ser algo que iluminara la vida. Ahora pude ser eso y puede ser que, sencillamente, te conmocione. Se han borrado muchos los límites artísticos, todo vale pero no para todos, yo hay cosas que aborrezco y que otros defienden. Lo mío tampoco vale para todos.

-¿Y Dalí vale?
-Sí. Hay un Dalí, como un Chagall, que es el fantoche y el payaso, pero es que no se puede vivir una vida tan larga en esa actitud tan limpia y pura. Hay una etapa del Dalí valeroso, de búsqueda de cosas difíciles y otra del Dalí sinvergonzón y amoral. Uno va detrás de otro pero cuando alguien hace algo bueno hay que agradecérselo. Dalí ha hecho cosas muy buenas, pero una parte de su obra se puede quemar.




-¿Se avergüenza de alguno de sus cuadros?
-De varios. Hace años expuse una antológica en el Reina Sofía (1993) y tomé la decisión de mostrarlos todos, es decir, quitarme los calzoncillos y que se te vea el culo. Había paredes que no quería mirar, otras que era un placer verlas, pero son obras que yo he hecho, son una parte de mí.

¿Qué opina del nombramiento de Martínez Aguilar para el Reina Sofía?
-Muy bien, es muy buena amiga y muy buena profesional. Lo importante ahí es el dinero, las posibilidades económicas que tengan los museos, por eso los grandes museos americanos tienen cosas tan fantásticas, por la pasta. En España no podemos pagar por un Picasso cuatro mil millones.

-¿Qué esconden los objetos tras esa apariencia de cotidianidad que tanto le fascinan?
-Hay momentos en que percibimos cosas realmente inquietantes, sorprendentes, extraordinarias y el artista tiene la capacidad de materializar ese sentimiento. Ante las cosas dolorosas y hermosas del mundo todos sentimos cosas parecidas.

-Usted trabaja con calma y ha llegado a invertir 30 años de trabajo en un cuadro. ¿Qué es lo que le marca que una obra está concluida?
-Con tranquilidad, con prisa o con inquietud, pero no tengo la sensación de estar con calma. Invierto el tiempo que sea necesario en una obra, aunque sean siglos. El trabajo se concluye por muchas causas distintas, mi tope son las circunstancias o la imposibilidad de continuar, el agotamiento.


La Razón Cultura - 22/07/2004

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